Hoy les traigo un cuento que les encantará.
¿A ustedes les gustaban los helados, ummm qué delicia total?
¡Artesanales, fresquitos, para disfrutar sin igual!
Por mi casa siempre pasaba un señor,
tocando su campanita con mucho amor.
Es Don Neto, el heladero chapín,
que empuja su carretilla desde temprano hasta el fin.
Yo salía corriendo, contando mis moneditas,
pero a veces me faltaban unas poquitas.
—¡Ay, Don Neto, me faltan cinco centavos!
No podré comprar mi helado tan sabrosón.
Don Neto me miraba con su sonrisa brillante:
—¡No te preocupés, mi’jo, te lo doy adelante!
Yo tomaba mi helado, feliz de verdad,
y Don Neto lo servía con mucha bondad.
Con cuidado movía su paleta de un lado al otro,
haciendo que el helado quedara bonito y redondo.
Yo lo disfrutaba, ¡qué alegría sin fin!
y Don Neto sonreía mientras seguía su camino.
Desde las fincas cercanas al Volcán Santiaguito,
hasta el poblado de El Palmar caminaba poquito a poquito.
En fincas y aldeas, siempre lo verías,
con su carretilla empujando, ¡y su campana sonaría!
Niños con monedas, otros sin nada,
pero Don Neto siempre daba su helado.
—No importa si no traés dinero,
aquí tenés tu helado, mi chiquitín sincero.
Desde el Antiguo Palmar, él llegaba a caminar,
por calles empedradas, por todos lados sin parar.
Su corazón grande, más que el volcán,
repartía sonrisas y helados por doquier, ¡qué afán!
Los años han pasado y los niños crecieron,
algunos aún recuerdan la deuda de cinco, diez, hasta veinticinco centavos.
Aunque estuvo en la Nueva Población, hoy ya no se escucha más,
pues ha migrado a su terruño en lo alto, su tierra, ¡su paz!
Él es más palmarense de corazón,
y siempre dejaba sonrisas y helado en cada rincón.
Don Neto nos enseñaba, con su gesto y su acción,
que la humildad no es pobreza, ¡es calidad de corazón!
Empujaba su carretilla, compartía alegría y sabor,
y cada helado venía con un gran montón de amor.
Aunque ahora en lo alto su terruño encontró,
su risa y sus helados en nuestros corazones quedó.
Y colorín colorado, este helado se ha disfrutado,
con risas, con cariño… y con todo el paladar chapín encantado.
Autor: Álvaro Rojas Meléndez
0 comentarios:
Publicar un comentario