Cuentan algunas personas que vivieron en el antiguo poblado de El Palmar, que en cierta ocasión un joven que se disponía a encontrarse con una de sus tantas novias, en un sitio denominado como la caña brava, lugar del Palmar llamado de esa forma por haber muchas plantas de caña brava en los alrededores.
Sin embargo, según los ancianos locales no es bueno salir de noche en fechas cercanas al día de los Santos y de los difuntos pues se creía que deambulaban por las calles los espíritus de los difuntos, por tal razón la muchacha decidió no salir.
El novio sin saber que no llegaría su cita, comenzó a impacientarse, pues no aparecía por nada del mundo.
En eso llego las once de la noche y vio venir a lo lejos a través de una calle empedrada del poblado a una muchacha, que en ese momento pensó que se trataba de su novia.
Por un momento se alegro tanto, que ella haya salido al fin a concretar su cita, observándolo a cierta distancia, pero aunque se veía que caminaba, no avanzaba hacia el, además no mostraba el rostro de ninguna forma, por lo que tomo la desicion de salir a encontrarla.
Inmediatamente ella giro la cabeza hacia el otro extremo y aunque el 1 9 cuerpo parecía ser el de su novia, no podía divisar su rostro aunque hubiera luz de luna y entre mas se le acercaba el joven empezó a sentir un gran escalofrió, sintiendo que su cabeza era el doble del tamaño normal, eso le hizo pensar que no estaba ante algo normal y no se trataba de su novia.
Hubo unos segundos que parecieron interminables de silencio y antes de que ella volteara pego un grito aterrador observando entre las sombras una silueta similar al rostro de un caballo que hizo que el joven se desmayara y cayera en el centro del camino de piedra.
Al día siguiente muy de madrugada pues, los vecinos del pueblo trabajaban en fincas vecinas del poblado y tenían levantarse a eso de las tres de la mañana, encontraron al muchacho temblando por el frió de la madrugada y otro poco por el susto, pero no dio palabra alguna. Fueron tres días en el que el joven no pudo mencionar palabra alguna y cuando al fin entre frases pausadas pudo contar lo sucedido algunos pobladores entendieron que se trataba de la siguanaba y que el joven había corrido con suerte, ya que si hubiese visto el rostro completo del espectro lo hubiese ganado.
La siguanaba aparece siempre como una mujer atractiva, que en este caso tomo la forma de la muchacha para confundir a su victima que confiado pensó que se trataba de ella.
Muchas veses se aparece también a hombres infieles y trasnochadores semidesnuda para atraerlos y enseñarles su rostro de caballo, que muchas veses terminan enfermándolos, enloqueciéndolos o hasta matándolos.
Autor:
Alvaro Ricardo Rojas Melendez.
Historias del dueño del volcan.
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