Sin embargo, la magia de la cueva persistió. A pesar de que sellaron su entrada con piedras y tierra, cada noche, a la misma hora, el canto de un gallo resonaba desde su interior. No solo eso, sino que también se escuchaba el suave murmullo de una cascada, aunque desde afuera antes de cerrarla solo se percibía oscuridad total.
Un joven valiente llamado Esteban, residente cercano a la cueva, decidió abrir el misterio detrás de la "Cueva del Canto Nocturno". Con linterna en mano, Esteban se aventuró en la oscuridad.
Dentro de la cueva, se encontró con un mundo completamente diferente. Descubrió un lugar iluminado por luciérnagas danzantes y una cascada cristalina que emitía destellos de luz lunar. En el centro, un majestuoso gallo blanco cantaba con gracia, pero este gallo en particular tenía una cresta roja como la sangre y unos ojos que irradiaban enojo por la intrusión.
Al ver a aquel animal, Esteban sintió que su cabeza pesaba como una roca, y su cabello parecía erizarse ante la mirada penetrante del gallo. Salió corriendo, desmayándose en la entrada de la cueva.
Los vecinos afirmaban que Esteban había escapado del encanto de la cueva, pero se condenó a llevar consigo el espíritu de aquel ave, que se manifestaría cada vez que caminara en las noches de luna llena.
Autor: Alvaro Rojas Melendez.
alvarome2003@gmail.com
leyenda inspirada en una cueva que existe en la vida real en una finca llamada la florida perteneciente al municipio de El Palmar.
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