En las sombrías tierras del Palmar, una
leyenda inquietante acecha entre el vapor de los volcanes. Se dice que cuando
un rayo surca los cielos y se estrella sobre el imponente volcán Santiaguito,
una entidad maligna sale de su morada, desatando el terror y la desolación en
su camino.
Este ser infernal, conocido
como, xoqʼol es el guardián siniestro de las sendas que recorre el
dueño del volcán, Juan Noj, cuando visita a sus parientes en los volcanes del
Pacífico.
El Demonio xoqʼol, corpulento y
oscuro, no puede extender su influencia más allá de las estrechas márgenes del
cauce del río Nima Uno, que se une al Samalá. Su tarea primordial es mantener
libre la ruta del viaje de Juan Noj, asegurando su paso sin desviaciones. Sin
embargo, como todo ser maligno, anhela sembrar el caos y la destrucción a su
alrededor.A pesar de su misión, xoqʼol no es inmune al deseo de
provocar problemas. Su presencia perturba a aquellos que se acercan
a contemplar el cauce del río, pero su atención se centra en una
joven de belleza deslumbrante que se asoma desde un puente de hamaca. Impulsado
por un deseo insano, el demonio adopta forma humana y se aventura en busca de
la Joven, internándose en lo que hoy conocemos como el Viejo Palmar. Sin
embargo, su búsqueda resulta en vano, pues la joven había partido para visitar
a un familiar.
La osadía del xoqʼol no pasa desapercibida
para Juan Noj, quien lo castiga por su insolencia. Sin embargo, el castigo no
es convertirlo en humano, como él deseaba, sino condenarlo a vagar entre el
lodo y los escombros volcánicos del poblado. Esta condena desata una ola de
destrucción que envuelve al Palmar, transformándolo en un lugar desolado, un
pueblo fantasma.
Conclusión:
Cada año, cuando un rayo ilumina el oscuro
cielo sobre el volcán, los habitantes del Palmar saben que el Demonio de Lodo
pronto regresará, acechando por los rincones del poblado. Su presencia es una
advertencia sombría de la Tragedia que se avecina, recordándoles que el mal
nunca descansa y que la Leyenda del Xoqʼol continúa alimentando el temor en los
corazones.
Autor: Alvaro Rojas Melendez.
Derechos reservados.
0 comentarios:
Publicar un comentario