En el tranquilo municipio de El Palmar, la vida transcurría apacible, marcada por el ritmo de los cortejos fúnebres que cruzaban la carretera hacia el cementerio. Entre esas familias acostumbradas a observar el desfile de difuntos estaba Doña Mercedes. Desde su balcón, tenía una vista privilegiada de este macabro acontecer.
Una noche, cuando el reloj marcaba casi las 11:30, un cortejo fúnebre rompió la monotonía. Extrañada, Mercedes se asomó para verlo pasar. Lo que presenció la dejó helada: encapuchados de túnicas blancas cargaban un ataúd, pero en lugar de dirigirse al cementerio, venían del cementerio hacia el pueblo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y un grito escapó de sus labios.
Uno de los encapuchados se volteó hacia ella, y esa mirada desató una serie de eventos aterradores. El cortejo continuó su camino, desvaneciéndose en la oscuridad.
Para liberarse de esta maldición, Mercedes debía enfrentar sus miedos y seguir las indicaciones de sus sueños. En una de sus pesadillas, una misteriosa mujer le imploró que visitara 12 iglesias y encendiera veladoras en su nombre.
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