En una pequeña finca de El Palmar, habitaba un anciano solitario llamado Mario, junto a sus tres bellas hijas que eran el centro de atención del lugar. Pero una noche, la más joven llamó la atención de Juan, un hombre peculiar de habilidades misteriosas, rumoreadas por seres sobrenaturales.
Juan intentó cortejarla, pero al ser rechazado, la chica lo
desdeñó. Con el paso del tiempo, golpes resonaron en las láminas de la casa,
como si un animal pesado cayera sobre ellas, pero el sonido era demasiado
fuerte para ser un simple gato.
Cada día, María, la menor de las hijas, amanecía sin ropa
interior y con arañazos en la espalda. Ante la repetición de estos eventos,
Mario buscó la ayuda de un brujo local, quien reveló que se trataba del Guin,
un ser con pacto diabólico que se transformaba en animal para acechar a María
en espíritu, advirtiendo que, de no actuar, la perderían.
El brujo reveló un secreto para mantener al Guin a raya:
usar la ropa interior al revés. Aquella noche, el Guin, enfurecido, emitió un
aterrador silbido al descubrir este truco.
Mario intentó enfrentar al Guin con una pistola, pero el
arma fallaba cada vez que intentaba disparar, hasta que el brujo le enseñó el
modo de enfrentarlo: hacer la señal de la cruz antes de disparar y tratar de
quemarlo, pues solo el disparo no sería suficiente.
Así, Mario logró atrapar al Guin en un horno de leña, donde
los gritos del ser se confundieron con el chirriar del fuego. Al día siguiente,
la noticia de la muerte de Juan, con su cuerpo rojo y sin causa aparente, se
extendió por la finca.
Desde entonces, se sabe que para alejar al Guin se debe usar
la ropa interior al revés, y con la señal de la cruz, se puede dañar al ser y
evitar su acecho. Y así, la leyenda del Pacto del Guin se propagó de generación
en generación en la pequeña finca de El Palmar.
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