En las tierras de Santa María, donde el sol se esconde entre las montañas, existe una leyenda que ha pasado de generación en generación, contada al calor de las fogatas y en susurros bajo la luna. Se dice que hace mucho tiempo, hombres condenados a trabajos forzados fueron enviados a cavar un túnel en la oscuridad del Cerro Santa María, un lugar donde la luz del sol apenas llegaba.
Los rumores sobre el dueño del volcán, Juan Noj, un ser temido y poderoso, corrían entre los trabajadores. Se decía que no le gustaba que perturbaran su hogar de fuego, y que enviaría a sus sirvientes para castigar a los que lo hicieran.
Miguel, a diferencia de sus compañeros, sentía que algo no estaba bien. Él creía que el túnel estaba conectado al corazón del volcán, y que cavar en él podría traer terribles consecuencias. Intentaba advertir a los demás, pero sus palabras no eran escuchadas.
Se cuenta que beber de las lágrimas de aquella mujer misteriosa los condenaba a la perdición, llenando sus almas de oscuridad y locura. Sus espíritus, atrapados para siempre en la oscuridad del túnel, buscaban desesperadamente una salida hacia la luz, pero sin poder encontrarla.
Desde entonces, las almas en pena de los prisioneros que murieron en el túnel, vagan sin descanso, buscando viajeros incautos que se aventuren por aquellos parajes. Intentan cambiar su destino, buscando una última oportunidad para redimirse y encontrar la libertad que tanto anhelan.
Y así, en lo alto de una roca envuelta en vapor, una entrada permanece vigilante hacia el reino del dueño del volcán, un recordatorio sombrío de los peligros que se esconden en las profundidades de la tierra, y de las almas que buscan su camino de regreso a casa.
Autor: Alvaro Rojas Melendez.
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