Orígenes de la Leyenda
Hace muchos años, cuando El Palmar aún estaba en su apogeo,
vivía un anciano solitario en una choza al borde del río Nima Uno, cerca de un
área conocida como La Estancia. Este anciano, conocido como El Tata, era un
hombre sabio y respetado. Ayudaba a los del pueblo con sus conocimientos de
hierbas y curaciones, y algunos decían que tenía habilidades místicas.
Sin embargo, un día, la actividad volcánica del Santiaguito
arrasó con El Palmar, dejando solo lodo, rocas y desolación. El Tata falleció,
pero se rumora que tenía un pacto con el señor del volcán, de ahí sus poderes
para curar. Se dice que su alma quedó atrapada en el área, conocida hoy como el
Antiguo Palmar, apareciéndose en noches de luna para llevarse una que otra alma
y entregársela a Juan Noj, el señor del volcán, permitiéndole así seguir
existiendo en el pueblo.
Con el tiempo, esta historia se fue perdiendo hasta que
Aroldo experimentó en carne propia la leyenda.
El Encuentro de Aroldo
Aroldo, vecino de El Palmar, era contratado eventualmente
para ir al Antiguo Palmar a realizar trabajos: recoger leña, traer pacayas o
cuidar al ganado. Don Crisóstomo, dueño de terrenos en Monte Claro, lo contrató
para cuidar de sus reses y llevarlas del pasto al río para beber agua. Después
de una semana trabajando en esa área, Aroldo solía regresar a las seis de la
tarde para tomar el último traslado hacia el Nuevo Palmar.
Pero ese día en particular, una fuerte lluvia lo obligó a
esperar hasta las ocho de la noche. Aroldo emprendió su retorno hacia el
Antiguo Palmar, pasando por una vereda angosta rodeada de vegetación. Al cruzar
el puente colgante del Palmar, la luna comenzó a asomarse entre las nubes,
iluminando el área conocida como el parqueo de pickups . No había absolutamente
nadie.
El Pacto con El Tata
Desesperado, Aroldo continuó su camino por la calle
empedrada hacia la cinta asfáltica. Al llegar a la carretera, se encontró con
un hombre de ropa rasgada y sombrero de paja. Aroldo, asustado, le preguntó si
vivía por el lugar o si iba hacia Las Marías. El hombre respondió que dormía
entre los restos de alguna vivienda y que a veces viajaba a Las Marías en busca
de comida.
Mientras conversaban, el hombre recogió un pequeño morral
que había dejado en las pilas y siguió acompañando a Aroldo por el asfalto.
Aroldo, sintiendo confianza, le contó sobre sus problemas económicos y
familiares. El anciano, interesado en su relación, le ofreció ayuda, pero con
una condición: debía hacer un pacto y ofrecer su alma al señor del volcán.
Aroldo, escéptico pero desesperado, aceptó. El anciano salió
de la carretera hacia la vegetación, cortó una hoja de maxán y del morral sacó
un pedazo de carne jugosa. Lo envolvió y lo ató con vejuco, diciéndole que
debía esperar nueve días antes de abrirlo y que al hacerlo, encontraría
riquezas.
Aroldo continuó su camino, pero al llegar al puente Ixcaya,
se dio cuenta de que el anciano ya no lo acompañaba. Al llegar a Las Marías,
sintió alivio al ver un pickup que se disponía a salir hacia El Palmar. Al
llegar a casa, le contó a su esposa lo sucedido y guardó la carne envuelta en
una gaveta de su ropero.
Esa noche, mientras Aroldo dormía, su esposa abrió el
paquete y vio salir una gran cantidad de moscas verdes. A la mañana siguiente,
Aroldo despertó con una fiebre intensa. Había incumplido el pacto y, como
resultado, una dolencia eterna lo acompañaría para recordarle que no se deben
hacer pactos sin estar seguro de las consecuencias.
Desde entonces, en las noches, se escucha una risa siniestra
en el Antiguo Palmar. Es El Tata, el anciano que sigue buscando a quien hacer
un pacto para continuar en espíritu en este plano terrestre.
Autor: Alvaro Rojas Melendez.
email: alvarome2003@gmail.com
esta leyenda fue creada con fines de promover nuestra cultura como palmarenses.
0 comentarios:
Publicar un comentario