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sábado, 14 de septiembre de 2024

 Delfino era un joven que, junto con su familia, había llegado a una nueva casa en el área de El Palmar, conocida como Plan Bananera. Traía consigo a su fiel perra, a la que llamaba "La Negra" por su pelaje oscuro y que acostumbraba a dormir frente a la puerta de su habitación, como si guardara sus sueños.

Extrañas Noches en El Palmar

En los primeros días en su nuevo hogar, Delfino notaba algo peculiar. A mitad de la noche, siempre escuchaba en las afueras de la casa el ladrido persistente de los perros del barrio. Vivían en una calle de terracería, desolada y rodeada de una quietud inquietante. Pero no solo eran los ladridos lo que lo inquietaba: en noches especiales, pasos se hacían presentes, resonando en la oscuridad como si alguien caminara cerca. A pesar de esto, Delfino no le daba mayor importancia. "Solo el viento", pensaba, ignorando los primeros signos de lo que estaba por suceder.

La Noche del Encuentro

Una de tantas noches, cuando la luna llena colgaba alta en el cielo, Delfino estaba en su habitación. Eran cerca de las once cincuenta, y los ladridos de los perros se tornaron aún más insistentes. Observó su reloj, el tiempo avanzaba hacia la medianoche. De repente, esos pasos que antes parecían lejanos comenzaron a escucharse más intensamente, como si alguien se acercara. Movido por la curiosidad y el atrevimiento, decidió salir de su casa para ver qué ocurría.

Al abrir la puerta, notó que su perra, La Negra, estaba inquieta, gruñendo suavemente, como si presintiera algo terrible. Delfino no le prestó demasiada atención, y en el momento en que pisó el umbral, sus ojos captaron una figura a lo lejos.

El Terror Encarnado

Bajo la luz pálida de la luna, se distinguía la silueta de una mujer vestida con una larga túnica blanca. Caminaba lentamente, arrastrando los pies por el suelo, y pronto su lamento llenó el aire, un sonido que parecía provenir de las mismas profundidades de la tristeza. Era un gemido desesperado, cargado de dolor.

Delfino quedó petrificado por el miedo. Su cuerpo se sentía pesado, sus pies inmóviles y su cabeza parecía crecer en tamaño, mientras esa figura espectral se acercaba cada vez más. Por más que lo intentaba, no podía moverse, ni siquiera gritar. Era como si estuviera atrapado en una pesadilla.

Los lamentos de la mujer se hicieron más fuertes, más desgarradores, y Delfino no podía hacer nada más que observar. De repente, su perra, La Negra, se lanzó hacia él y le mordió con fuerza la pierna, sacándolo de ese estado de parálisis. El dolor lo hizo reaccionar. Como si hubiera despertado de un mal sueño, pudo mover sus piernas y corrió de vuelta a la casa, cerrando la puerta de golpe detrás de él.

El Grito de la Llorona

En ese instante, un grito aterrador resonó por todo el lugar, un sonido que hizo que la piel de Delfino se erizara. Afuera, la mujer seguía lamentándose, y su voz se fue desvaneciendo lentamente, mientras sus pasos se alejaban en dirección a la vereda que conducía al cementerio.

Esa noche, Delfino no durmió. Permaneció en su cama, escuchando los últimos ecos del llanto de la Llorona, y sintió que había estado muy cerca de un destino sombrío.

La Advertencia del Vecino

Al día siguiente, Delfino, aún perturbado por lo ocurrido, decidió contarle a su vecino lo que había presenciado. El hombre, un anciano del lugar, lo miró con seriedad y le dijo que lo que había visto era algo común en esa zona. Según le explicó, por la vereda cercana, que conducía al cementerio, la Llorona solía pasar en busca de sus hijos perdidos.

—Tuviste suerte —le advirtió el vecino—. Si no hubiera sido por tu perro, habrías quedado atrapado en su embrujo. La Llorona se habría llevado tu alma.

El Nuevo Miedo de Delfino

Desde ese día, Delfino adquirió una nueva costumbre. Cuando llegaba la noche, y los grillos comenzaban su canto, él se aseguraba de estar dentro de su casa. Cuando los perros del barrio empezaban a ladrar en coro, él se encerraba con rapidez, y aguardaba en la oscuridad de su habitación. Cada noche, justo a la medianoche, escuchaba los pasos, seguidos del eterno lamento de la Llorona, resonando con las palabras que ahora ya conocía de memoria: "¿Dónde están mis hijos?"


Conclusión

Esta leyenda nos recuerda que hay fuerzas que, aunque invisibles durante el día, dominan la noche. La historia de Delfino en El Palmar es solo una de tantas que se cuentan en los pueblos donde la naturaleza y lo sobrenatural se entrelazan. A veces, los gritos y lamentos no son solo ecos del pasado, sino advertencias que nos invitan a mantenernos alejados de lo desconocido.


Autor: Alvaro Rojas Melendez.

El Palmar Quetzaltenango.

Email: alvarome2003@gmail.com


viernes, 16 de agosto de 2024

Posted by El Palmar Tv. in , , | 7:16:00 No comments

Añoranzas

(Verso 1) En el Palmar, donde el tiempo se detuvo, Un pueblo que floreció, humilde y devoto. Sus calles empedradas, un laberinto de sueños, Y un parque frondoso, donde el alma se renueva.

(Coro) El Palmar, tierra de recuerdos, Su gente, su historia, sus tesoros. Bajo el volcán Santiaguito, un volcan activo, Que con su aliento fértil, la vida ha brindado.

(Verso 2) Sus casas de tablas, con techos de teja, Testigo de un pasado, de una vida sencilla. La iglesia antigua, con sus campanas sonoras, Marcando el ritmo de sus días y horas.

(Coro) El Palmar, tierra de recuerdos, Su gente, su historia, sus tesoros. Bajo el volcán Santiaguito, un volcan activo, Que con su aliento fértil, la vida ha brindado.

(Puente) El volcán rugió, y la tierra tembló, Obligando al pueblo, a un nuevo comienzo. Pero en sus corazones, la esencia quedó, De aquel lugar querido, de aquel paraíso perdido llamado El Palmar.

(Coro) El Palmar, tierra de recuerdos, Su gente, su historia, sus tesoros. Bajo el volcán Santiaguito, un volcan activo, Que con su aliento fértil, la vida ha brindado.

(Outro) Aunque el pueblo se haya ido, Su espíritu perdura, en todo lo vivido. El Palmar, un legado, una herencia ancestral, Que en nuestros corazones, siempre vivirá.


Autor: 

Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

lunes, 1 de julio de 2024

 En un pequeño poblado cercano a El Palmar, a la sombra del majestuoso volcán Santiaguito, vivía un humilde campesino llamado Julio. Su vida giraba en torno a la tierra, cultivando maíz, frijol y algunas frutas locales. Con los escasos ingresos que obtenía, apenas lograba sostener a su familia. Cada día, al regresar del mercado, observaba con envidia los lujos de los terratenientes: sus brillantes vehículos y sus ropas ostentosas, sueños inalcanzables para él.


El deseo de Julio por una vida mejor lo consumía. Había escuchado rumores sobre un personaje misterioso que vivía en las entrañas del volcán, un ser que podía conceder riquezas a cambio de un alto precio. Desesperado, Julio decidió buscar a este enigmático ser, a pesar de sus dudas y miedos.

Una noche de luna llena, armado con una veladora y un secreto ritual enseñado por un brujo local, Julio se aventuró en las faldas del volcán. Mientras murmuraba las palabras sagradas, un armadillo apareció de la nada y lo guió hacia una cueva oculta. La entrada era oscura y tenebrosa, pero Julio, impulsado por su ambición, se adentró sin vacilar.


Dentro de la cueva, un vigilante lo detuvo y le preguntó su propósito. Julio, con voz firme, declaró su deseo de hacer un pacto con el dueño del lugar. De pronto, Juan Noj, un ser de aspecto imponente, montado en un majestuoso caballo blanco, se apareció ante él. Sin mediar palabra, Juan Noj señaló al guardián de la cueva, quien le entregó un cofre a Julio.

"Ábrelo en siete días", dijo el guardián con voz grave, "ni un momento antes, o enfrentarás terribles consecuencias. A cambio, tu alma pertenecerá a Juan Noj para siempre, para trabajar en su hogar que eternamente se destruye y renueva."

Julio, cegado por su avaricia, aceptó sin considerar las implicaciones. "Vive el momento y goza lo que tienes", se repetía a sí mismo.

Pasaron siete días y, al abrir el cofre, Julio encontró una fortuna en efectivo. No importaba cuánto sacaba, el cofre parecía inagotable. Rápidamente, se vistió con ropas elegantes, adquirió un lujoso vehículo y su vida cambió por completo. Los rumores decían que había recibido una herencia, pero nadie conocía la oscura verdad.

El destino sonrió aún más a Julio cuando conquistó a la hija de un acaudalado terrateniente. Se casaron y vivieron una vida de opulencia en una próspera finca. Sin embargo, con el tiempo, la avaricia de Julio lo llevó a descuidar sus responsabilidades. Los ingresos de la finca se gastaban en lujos y viajes, y el cofre, aunque mágico, no podía satisfacer su insaciable ambición.

Los años pasaron y la finca se convirtió en una sombra de su antigua gloria. Los hijos de Julio partieron al extranjero y él, al darse cuenta de que el tiempo para entregar su alma se acercaba, buscó desesperadamente deshacer el pacto. Recurrió a brujos y a iglesias, pero nada podía revertir lo que ya había disfrutado.

Una tarde, un emisario de Juan Noj apareció en la finca, montado en un caballo negro. "Es hora", dijo el mensajero, y Julio, arrepentido y derrotado, no tuvo más remedio que seguirlo. Mientras se alejaba, vio a los colonos de la finca llevar una vida sencilla pero feliz, una vida que él había despreciado por su deseo de riquezas.

Así, Julio fue llevado al volcán, donde su alma quedaría atrapada para siempre, sirviendo a Juan Noj en una eternidad de penurias. La ambición y la avaricia lo habían llevado a su perdición, una lección eterna para aquellos que desearan escuchar.


Autor:

Alvaro Rojas Melendez.

escribeme: alvarome2003@gmail.com

derechos reservados.




jueves, 27 de junio de 2024

Posted by El Palmar Tv. in , | 11:02:00 No comments

 Había una vez un niño llamado José que vendía dulces y chicles en el cementerio de El Palmar. Aprovechaba la llegada de los cortejos fúnebres y la enorme cantidad de personas que los acompañaban para aumentar sus ventas. 


Entre la multitud, se le veía ofreciendo sus dulces y chicles; algunos le compraban, mientras que otros simplemente lo ignoraban. José observaba a la gente y el paso del ataúd siendo cargado por los familiares, preguntándose cómo la muerte le ofrecía la oportunidad de incrementar sus ventas. En cada cortejo fúnebre que ingresaba al cementerio, siempre veía entre la multitud a un hombre que lo observaba continuamente. Asustado, José prefería perderse entre la multitud, pero el hombre siempre parecía encontrarlo. 

 Un día de intenso calor, vio pasar por la calle que lleva al cementerio a una multitud de personas acompañando a un difunto a su última morada. José se sintió feliz, pues podría vender más, y los siguió. De tanto andar de aquí para allá, entre la multitud y el calor, se sintió cansado y decidió sentarse a la orilla de una tumba. Pronto sintió sus ojos pesados y se quedó dormido, comenzando a soñar. En su sueño, vio al hombre que siempre lo observaba en cada entierro. Este se le iba acercando, y José sintió temor, pero sus pies estaban demasiado pesados para poder correr.


 El hombre, al estar cerca, le preguntó: "¿Cómo te llamas?" "Me llamo José", respondió el niño. "Hola José, yo me llamo Antonio Coq Ol. Dime, ¿cómo van tus ventas?" "Ni tan bien, ni tan mal, sino todo lo contrario", respondió José. Antonio sonrió y le dijo: "Dile a tu mamá que te cuide mucho y que no te deje venir solo al cementerio. No ves que algo te puede pasar." El hombre comenzó a alejarse sin voltear, y José sintió que todo se movía como en una pesadilla. 


 José se despertó recostado sobre una tumba. Miró la lápida y leyó: "Aquí yace Antonio Coq Ol, una persona humilde y trabajadora." El niño se espantó al reconocer el nombre del hombre que le habló en sueños. Decidió regresar a casa y, al llegar, le contó a su mamá lo sucedido. Al escuchar el nombre de Antonio Coq Ol, su madre comenzó a llorar. Ella le explicó que, cuando estaban de novios, quedó embarazada, pero la familia de Antonio no permitía la relación y un día simplemente no supo nada más de él. 


Desde entonces, ella sola crió a José. El hombre que le habló en sueños, el que estaba en la tumba, era su padre. Se decía que Antonio no soportó la tristeza de alejarse de su amor y de no haber podido conocer al fruto de su amor. Desde entonces, cada 1 de noviembre, se veía a José y su madre llevando flores a la tumba de Antonio, el hombre que en sueños conoció a su hijo. José nunca volvió a ver esa aparición, y con el tiempo dejó de vender en el cementerio. Creció y se convirtió en un hombre de bien, siempre recordando la extraña y conmovedora conexión que tuvo con su padre en aquel sueño en el cementerio.


Autor:

Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

viernes, 21 de junio de 2024

Posted by El Palmar Tv. in , | 19:39:00 No comments

 En la década de 1980, en el área del Palmar, Quetzaltenango, llegó un terrateniente alemán llamado Don Herman. Su misión era asentar su finca con el preciado grano de oro: el café. Don Herman no solo era conocido por su amor por la tierra, sino también por su fascinación por los animales, especialmente los exóticos.

 

Don Herman construyó en su casa patronal un pequeño zoológico. Aquí, albergaba aves, reptiles y hasta un majestuoso león. Día tras día, disfrutaba observando a sus animales, y se jactaba de tener el único zoológico en toda la región. Siempre se aseguraba de tener parejas de machos y hembras para que su colección creciera constantemente.

 

Sin embargo, su pasión no pasó desapercibida para un ser sobrenatural, conocido como Yum Kaax, el Señor del Bosque. Este espíritu protector del lugar era venerado por los cazadores, quienes le encendían veladoras antes de adentrarse en el bosque, buscando su bendición para una buena caza y su protección para regresar sanos y salvos. Yum Kaax, sin embargo, era severo con aquellos que abusaban de su generosidad y perturbaban el equilibrio natural.

 

La presencia de animales exóticos en la finca de Don Herman enfureció a Yum Kaax. Para él, Don Herman estaba alterando el equilibrio natural del bosque, trayendo criaturas de hábitats lejanos. Una tarde, la ira de Yum Kaax se manifestó en un temblor que sacudió la finca. Las jaulas se abrieron y los animales escaparon hacia el bosque.

 

Los habitantes de la finca vivieron días de terror. Se decía que leones, murciélagos gigantes y caimanes merodeaban los alrededores. Algunos trabajadores afirmaban haber visto huellas de leones en la parte alta de la finca, y el miedo se apoderó de todos.

 

Don Herman, asustado por el poder de Yum Kaax, decidió no reconstruir su zoológico, temiendo un castigo aún mayor. Con el tiempo, los animales desaparecieron y el bosque volvió a su estado natural. Sin embargo, algunos aseguran haber visto aún a los grandes murciélagos, criaturas que no eran comunes en la zona antes de la llegada de Don Herman.

 

Así, la leyenda de Don Herman y Yum Kaax nos enseña la importancia de respetar la naturaleza y los seres que la habitan. El equilibrio natural no debe ser perturbado, pues cada ser tiene su lugar y propósito en el gran ciclo de la vida. Yum Kaax, el protector del bosque, sigue vigilante, recordándonos que el respeto por la naturaleza es esencial para la convivencia armoniosa entre humanos y el mundo natural.


Autor: Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

martes, 18 de junio de 2024

Posted by El Palmar Tv. in , , | 13:52:00 No comments

 

Hace muchos años, en la época de la colonia española, un grupo de sacerdotes españoles exploraba las tierras de Guatemala. En su travesía, avistaron a lo lejos un volcán majestuoso y temido por los indígenas locales, quienes lo llamaban Chi'gag, que en el idioma cachiquel significa "donde está el fuego". Este nombre no era arbitrario, pues el volcán era conocido por sus furiosas erupciones y su impresionante actividad volcánica.

 

Los sacerdotes, guiados por su fervor religioso y su deseo de bautizar todo con nombres cristianos, decidieron que aquel volcán debía llevar un nombre de santa. Así, lo llamaron "Catarina", en honor a Santa Catalina de Alejandría. Prepararon una ceremonia solemne, llevando consigo una cruz de madera y agua bendita para realizar el bautizo.

 

Al pie del volcán, comenzaron los rituales. Mientras uno de los sacerdotes sostenía la cruz y otro pronunciaba las palabras sagradas, el suelo empezó a temblar. El volcán, como si respondiera con desdén a este intento de cambiar su nombre ancestral, rugió con una fuerza inaudita. Grandes estallidos sacudieron la tierra y una columna de fuego y ceniza se elevó hacia el cielo.

 

La leyenda cuenta que en medio de este caos, la cruz que los sacerdotes usaban fue lanzada por los aires con una fuerza sobrenatural, volando kilómetros hasta aterrizar en el palacio del obispo en Santiago de los Caballeros de Guatemala, la antigua capital del país. Este evento fue interpretado como una señal divina, una advertencia del volcán para que respetaran su nombre original.

 

Aterrorizados y convencidos de haber sido testigos de un milagro o un castigo divino, los sacerdotes huyeron del lugar, sanos y salvos, pero con el miedo grabado en sus corazones. Jamás volvieron a intentar cambiar el nombre del volcán, y desde entonces, Chi'gag siguió siendo conocido como el Volcán de Fuego, en respeto a la fuerza y al espíritu indomable de la tierra y sus antiguos habitantes.

 


Esta leyenda se ha transmitido de generación en generación, recordándonos la importancia de respetar las tradiciones y la historia de los pueblos originarios, y enseñándonos que la naturaleza, con su poder inmenso y misterioso, merece nuestro respeto y reverencia.


Leyenda popular local de Alotenango.

ampliada, mejorada por: Alvaro Rojas Melendez.

escribeme: email: alvarome2003@gmail.com

miércoles, 12 de junio de 2024

Posted by El Palmar Tv. in , | 20:57:00 No comments

 

En el antiguo palmar, corre una leyenda que helaría la sangre de cualquiera. Todo empezó con Antonio, un humilde campesino, cuyo corazón fue destrozado por la traición de su esposa. Después de descubrir su infidelidad, Antonio se sumió en el abismo del dolor y la desesperación.

 

Las noches se convirtieron en su único refugio, acompañadas por el amargo sabor del licor. Una noche, bajo el manto de la oscuridad, decidió viajar hasta el puente Ixcaya, un lugar sombrío y misterioso. Allí, en la penumbra, se topó con una figura envuelta en tinieblas, su rostro oculto entre las sombras.

 

Desafiante, Antonio se burló de la presencia, expresando su angustia por la traición sufrida. La figura respondió con una oferta siniestra: aliviar su sufrimiento a cambio de un precio. Antonio, desesperado, ganó sin vacilar.

 

En ese momento, la luna reveló el rostro del ser, mostrando una calavera ansiosa por devorar almas. Aterrado, Antonio retrocedió y cayó al abismo, llevándose consigo su dolor y su destino.

 

Pero la historia no termina ahí. Se cuenta que la esposa infiel de Antonio y su amante pagaron un precio aún más alto. En una noche oscura, mientras viajaban cerca del puente Ixcaya, se encontraron con una visión aterradora: una calavera emergiendo de las sombras. El conductor, preso del pánico, perdió el control del vehículo, que se precipitó al vacío, cobrándose las vidas de ambos.

 

Desde entonces, el puente Ixcaya se ha convertido en un lugar de leyenda. Se dice que la calavera acecha en las noches, buscando castigar a quienes traicionan la confianza de sus parejas. Si alguna mujer engaña a su esposo, debe tener cuidado al cruzar el puente en la oscuridad, pues la calavera del Ixcaya podría aparecer para reclamar su alma.

Autor:
Alvaro Rojas Melendez.
email: alvarome2003@gmail.com
derechos reservados.

miércoles, 5 de junio de 2024

Posted by El Palmar Tv. 13:40:00 No comments

En un rincón olvidado del parque de Palmar, se erguía un árbol centenario, cuyas ramas largas y frondosas ofrecían un refugio secreto para las parejas de enamorados que se juraban amor eterno bajo su sombra. Este árbol, conocido por todos en el pueblo, era el testigo silencioso de sus deseos y promesas. Sin embargo, la mayoría de esos amores se desvanecían con el tiempo, dejando tras de sí solo recuerdos efímeros.

 

Entre todas las historias que se entrelazaron bajo sus hojas, la más inquietante es la de Manuel y Lucía. Manuel, un joven palmarense de corazón noble, estaba enamorado de Lucía, una estudiante del instituto local. Se encontraban cada día al pie del árbol, justo a las seis de la tarde, y sus conversaciones se prolongaban hasta que las sombras de la noche los obligaban a regresar a casa, temerosos de los regaños por llegar tarde.

 

El árbol, albergando tantos susurros de amor, atrajo la atención de un espíritu del bosque: una ninfa, una criatura mágica que observaba a las parejas con curiosidad. Cuando la ninfa vio a Manuel, quedó cautivada por su pureza y su bondad. Así, una noche, decidió presentarse ante él.

 

Aquella tarde, Lucía esperó a Manuel bajo el árbol, pero él se retrasó. Desilusionada, se fue antes de que él llegara. Media hora después, Manuel apareció y vio a una hermosa joven sentada a los pies del árbol. Intrigado por su presencia, se acercó y le preguntó qué hacía allí tan tarde y sola. Ella le respondió sin titubear que esperaba a su amado. Conversaron largo rato, y Manuel, fascinado por su belleza y misterio, no se percató de que estaba hablando con la ninfa.

 


La leyenda cuenta que la ninfa, enamorada del corazón puro de Manuel, lo atrapó, alzando su espíritu dentro del árbol. Lucía, al regresar al día siguiente y no encontrar a Manuel, comenzó a escuchar un susurro que parecía provenir del viento entre las ramas. Era la voz de Manuel, pidiendo ayuda.

 

Desesperada, Lucía comprendió lo que había sucedido e invocó a la ninfa, suplicándole que la dejara estar con su amado. La ninfa, conmovida pero implacable, no cedió. Lucía, consumida por el dolor, murió al pie del árbol. En el lugar donde cayó, creció una planta enredadera conocida como "mata palo", que poco a poco fue sofocando al viejo árbol.

 

Con el tiempo, el "mata palo" ahogó la esencia del árbol, destruyendo así no solo el refugio de los enamorados, sino también los espíritus del bosque. Hoy en día, el lugar donde se erguía el árbol del amor es solo una sombra de lo que fue, y en las noches, algunos aseguran escuchar susurros en el viento, los ecos de un amor condenado.

 


Así es como termina la leyenda del Árbol del Amor, una historia de pasión, espíritu y tragedia que perdura en los susurros del parque de Palmar.


Autor: Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

lunes, 3 de junio de 2024

Posted by El Palmar Tv. in , , | 18:06:00 No comments

En el corazón de Guatemala, donde las nubes besan las cimas volcánicas, se erige el Santiaguito, un coloso de fuego que custodia la tierra con sus cuatro domos: Brujo, Monje, Medio y Activo. Este último es donde habita el dueño del volcán, Juan Noj. Cada uno de estos domos, con su propia historia y misticismo, alberga leyendas que han susurrado al viento por generaciones.

 

El Domo Brujo:

 

Cuenta la leyenda que en sus entrañas habita un hechicero ancestral, un ser de lava y ceniza que posee el poder de transformar la realidad con su magia volcánica. Solo aquellos de corazón puro y espíritu indomable pueden acercarse a su morada sin ser consumidos por su fuego. Desde lo lejos, en las tardes, se puede contemplar un humo que emerge del domo. Se trata del ser sobrenatural que habita en el lugar, bajo los dominios del dueño del volcán, realizando rituales ancestrales.

 

El Domo Monje:

 

En la cima de este domo reside un monje solitario, un ermitaño que ha dedicado su vida a la contemplación del poderío del volcán. Se dice que era un monje que gustaba de contemplar la actividad y la inmensidad del paisaje volcánico. Su concentración fue tan profunda que pudo contactar al señor del volcán, quedando su espíritu sellado con un pacto para alcanzar un estado de absorción mental profunda mediante la meditación. Así, se convirtió en el protector del lugar, advirtiendo a los viajeros que no continuaran hacia la morada de Juan Noj, pues se perderían en el intento. Este monje posee la sabiduría de los antiguos y puede comunicarse con los espíritus de la montaña. Solo aquellos que buscan la verdad y la iluminación pueden encontrar su guía y regresar.

 

El Domo Medio:

 

Este domo es el puente entre los reinos del Brujo y el Monje, un lugar de equilibrio y armonía. Aquí habita un espíritu mediador, una entidad que ayuda a resolver los conflictos y mantener la paz entre los poderes opuestos. Solo aquellos que buscan la justicia y la concordia pueden escuchar su voz. También se dice que este espíritu es el que limita e impide que los espíritus en pena que trabajan reconstruyendo el volcán puedan escapar.

 

El Domo Activo:

 

Conocido como el domo caliente, es la actual morada de Juan Noj. Desde aquí, Juan Noj contempla sus dominios y mantiene un orden entre lo espiritual y la humanidad. Se dice que Juan Noj es el guardián supremo del volcán, asegurando que los elementos naturales y los espíritus estén en equilibrio. Aquellos que se aventuran demasiado cerca del domo caliente sienten su presencia poderosa, un recordatorio de la fuerza y ​​la autoridad que Juan Noj ejerce sobre el Santiaguito.

 


Esta es la leyenda de los Domos del Santiaguito, un canto a la valentía, sabiduría y justicia de Juan Noj y las entidades que habitan este majestuoso volcán. Una historia que resuena en los corazones de aquellos que se atreven a escucharla, susurrada por el viento que acaricia las laderas de este gigante de fuego.


Autor:

Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

lunes, 27 de mayo de 2024

 

Esta leyenda me la contaron hace muchos años, y hoy se las comparto. Mi nombre es Álvaro Rojas, y esta es la historia de Don Daniel y el joven Mateo.

 

Don Daniel era un anciano que vivía en una área rural, conocido en la región como un brujo local. Las personas acudían a él en busca de respuestas y remedios, pues también era un naturista que recomendaba plantas medicinales. Su fama se extendía más allá de la aldea, y su nombre era mencionado por todos aquellos que buscaban alivio espiritual o respuestas.

 

Mateo, un joven local, visitó a Don Daniel una vez. Al ver las cartas caer sobre la mesa, su curiosidad creció, deseando aprender más sobre las artes oscuras. Unos días después, se encontraron en un camino angosto de terracería. Mateo le expresó su deseo de aprender. Don Daniel, con voz suave, le explicó que algunos nacen con el don y otros deben ganárselo.

 

Pasaron los meses y Mateo asistía regularmente al pequeño cuarto de consultas de Don Daniel, un lugar lleno de figuras ancestrales, calaveras y otros objetos místicos. Finalmente, llegó el día en que Don Daniel decidió que Mateo tendría la oportunidad de dedicarse a este oficio.

 


"Para obtener tu mesa," dijo Don Daniel, refiriéndose al don de la adivinación, "deberás acompañarme al cementerio y permanecer allí hasta la medianoche. Si logras soportar lo que allí veas, el espíritu de la adivinación será tuyo."

 

Aquella noche de luna llena, se dirigieron al cementerio local. Los sonidos típicos de la noche resonaban, provocando escalofríos en Mateo. Don Daniel quebró una tumba y sacó un hueso del ataúd. Lo raspó y mezcló el polvo con un frasco de aguardiente, que Mateo debía beber como parte del ritual.

 

De pronto, Don Daniel desapareció, dejando a Mateo solo en el oscuro cementerio. Mateo vagó por mucho tiempo entre las tumbas, sintiendo el peso de la noche y el miedo. Finalmente, al amanecer, despertó sobre una tumba, completamente confundido.

 

Regresó a la aldea y contó lo sucedido a un familiar, quien desaprobó su acto sin vacilar. Mateo, sin embargo, no fue lo suficientemente fuerte para soportar el apoderamiento espiritual y se desmayó. Consultó nuevamente a Don Daniel, quien le explicó que, a pesar de su fracaso, los ancestros le habían prometido que, el día que Don Daniel partiera, Mateo heredaría su mesa espiritual.

 

El mensaje de esta leyenda es claro: hay conocimientos y poderes que es mejor no desenterrar. La búsqueda de lo oculto puede tener consecuencias inesperadas y peligrosas. No todos están preparados para enfrentar los misterios del mundo espiritual, y a veces, es mejor dejar ciertos secretos en paz.

 

Este relato resalta la importancia de ser cauteloso ante lo desconocido, ofreciendo un mensaje claro sobre los peligros de adentrarse en prácticas espirituales oscuras sin la preparación adecuada.

Soy Álvaro Rojas, esperando que este relato te haya cautivado y te invite a reflexionar sobre los misterios que es mejor no desenterrar. Recuerda siempre, algunas puertas están destinadas a permanecer cerradas. ¡Hasta la próxima historia!


Autor: Alvaro Rojas Melendez.

contacto: email: alvarome2003@gmail.com

recuerda ver el video en youtube, suscribete asi nos apoyas a seguir creando mas contenido.

lunes, 20 de mayo de 2024

 En un pequeño pueblo llamado El Palmar, se cuentan historias sobre un anciano misterioso conocido como "El Tata". Pocos se atreven a mencionar su nombre, pues su figura está envuelta en un aura de terror y misterio.

Orígenes de la Leyenda

Hace muchos años, cuando El Palmar aún estaba en su apogeo, vivía un anciano solitario en una choza al borde del río Nima Uno, cerca de un área conocida como La Estancia. Este anciano, conocido como El Tata, era un hombre sabio y respetado. Ayudaba a los del pueblo con sus conocimientos de hierbas y curaciones, y algunos decían que tenía habilidades místicas.

 

Sin embargo, un día, la actividad volcánica del Santiaguito arrasó con El Palmar, dejando solo lodo, rocas y desolación. El Tata falleció, pero se rumora que tenía un pacto con el señor del volcán, de ahí sus poderes para curar. Se dice que su alma quedó atrapada en el área, conocida hoy como el Antiguo Palmar, apareciéndose en noches de luna para llevarse una que otra alma y entregársela a Juan Noj, el señor del volcán, permitiéndole así seguir existiendo en el pueblo.

 

Con el tiempo, esta historia se fue perdiendo hasta que Aroldo experimentó en carne propia la leyenda.

 

El Encuentro de Aroldo


Aroldo, vecino de El Palmar, era contratado eventualmente para ir al Antiguo Palmar a realizar trabajos: recoger leña, traer pacayas o cuidar al ganado. Don Crisóstomo, dueño de terrenos en Monte Claro, lo contrató para cuidar de sus reses y llevarlas del pasto al río para beber agua. Después de una semana trabajando en esa área, Aroldo solía regresar a las seis de la tarde para tomar el último traslado hacia el Nuevo Palmar.

 

Pero ese día en particular, una fuerte lluvia lo obligó a esperar hasta las ocho de la noche. Aroldo emprendió su retorno hacia el Antiguo Palmar, pasando por una vereda angosta rodeada de vegetación. Al cruzar el puente colgante del Palmar, la luna comenzó a asomarse entre las nubes, iluminando el área conocida como el parqueo de pickups . No había absolutamente nadie.

 

El Pacto con El Tata

Desesperado, Aroldo continuó su camino por la calle empedrada hacia la cinta asfáltica. Al llegar a la carretera, se encontró con un hombre de ropa rasgada y sombrero de paja. Aroldo, asustado, le preguntó si vivía por el lugar o si iba hacia Las Marías. El hombre respondió que dormía entre los restos de alguna vivienda y que a veces viajaba a Las Marías en busca de comida.

 


Mientras conversaban, el hombre recogió un pequeño morral que había dejado en las pilas y siguió acompañando a Aroldo por el asfalto. Aroldo, sintiendo confianza, le contó sobre sus problemas económicos y familiares. El anciano, interesado en su relación, le ofreció ayuda, pero con una condición: debía hacer un pacto y ofrecer su alma al señor del volcán.

 

Aroldo, escéptico pero desesperado, aceptó. El anciano salió de la carretera hacia la vegetación, cortó una hoja de maxán y del morral sacó un pedazo de carne jugosa. Lo envolvió y lo ató con vejuco, diciéndole que debía esperar nueve días antes de abrirlo y que al hacerlo, encontraría riquezas.

 

El destino de Aroldo

Aroldo continuó su camino, pero al llegar al puente Ixcaya, se dio cuenta de que el anciano ya no lo acompañaba. Al llegar a Las Marías, sintió alivio al ver un pickup que se disponía a salir hacia El Palmar. Al llegar a casa, le contó a su esposa lo sucedido y guardó la carne envuelta en una gaveta de su ropero.

 

Esa noche, mientras Aroldo dormía, su esposa abrió el paquete y vio salir una gran cantidad de moscas verdes. A la mañana siguiente, Aroldo despertó con una fiebre intensa. Había incumplido el pacto y, como resultado, una dolencia eterna lo acompañaría para recordarle que no se deben hacer pactos sin estar seguro de las consecuencias.

 

Desde entonces, en las noches, se escucha una risa siniestra en el Antiguo Palmar. Es El Tata, el anciano que sigue buscando a quien hacer un pacto para continuar en espíritu en este plano terrestre.



Autor: Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

esta leyenda fue creada con fines de promover nuestra cultura como palmarenses.

sábado, 18 de mayo de 2024

Posted by El Palmar Tv. 14:49:00 No comments

 

En el hermoso y siempre húmedo poblado de Nuevo Palmar, se cuenta una leyenda que ha pasado de boca en boca, poniendo los pelos de punta a quienes la escuchan. Era una noche de lluvia intensa, donde el cielo lloraba con furia y los relámpagos iluminaban fugazmente las calles desiertas. Jacinto, un joven mototaxista conocido por su valentía y arduo trabajo, se encontraba haciendo sus habituales recorridos, llevando pasajeros de un lado a otro a pesar del temporal.

 

Cerca de la medianoche, cuando regresaba de un viaje largo, mientras avanzaba por la carretera que bordea las haciendas, sus ojos captaron una figura etérea bajo la cortina de lluvia. Era una mujer de hermosa figura, envuelta en un vestido blanco que parecía resplandecer bajo la tormenta. Con una mano levantada, la dama le hacía señas para que se detuviera. Jacinto, impulsado por la curiosidad y la compasión, frenó su mototaxi y la mujer se subió rápidamente, empapada pero sin perder su aire de misterio.

 

"¿Hacia dónde se dirige, señorita?" preguntó Jacinto con cortesía, esperando aliviar la tensión del momento. La mujer, con el rostro oculto bajo una melena oscura y empapada, respondió en un susurro que parecía venir de otro mundo: "Llévame a la iglesia de Pueblo Nuevo."

 

Durante el trayecto, el silencio era tan denso como la negrura de la noche. Jacinto intentó romper el hielo comentando sobre la inclemencia del tiempo, pero la mujer, con una voz fría como el hielo, le ordenó que se limitara a conducir. Al llegar a la iglesia, Jacinto quedó perplejo al ver las puertas abiertas a esa hora tan tardía. La mujer le pidió que esperara, prometiéndole que le pagaría por su tiempo. Sin más, ella desapareció en el interior del templo.

 

Pasaron quince largos minutos antes de que la figura en blanco emergiera de nuevo. Sin mediar palabra, se subió al mototaxi y le indicó que la llevara de regreso a El Palmar, guiándole a través de un laberinto de calles desiertas por la hora. Jacinto, observando a la mujer por el retrovisor, no podía evitar preguntarse quién era esa misteriosa pasajera, cuyo aire de nobleza contrastaba con el lugar y la hora.

 

Cuando pasaron frente al cementerio del pueblo, la mujer rompió su silencio para pedirle que se detuviera. "No puedo dejarla aquí, señorita. Es casi medianoche y este lugar es peligroso," protestó Jacinto con preocupación. Pero ella, con una voz que parecía provenir de lo más profundo de la tierra, le respondió: "No te preocupes por los muertos, sino por los vivos." Le entregó cinco billetes de 20 quetzales y se alejó, desvaneciéndose en la negrura del camposanto.

 

Jacinto, aún conmocionado, guardó el dinero en su mochila y se dirigió a casa. Al día siguiente, relató su extraño encuentro a sus amigos, sintiéndose afortunado por haber ganado 100 quetzales en esa noche tempestuosa. Sin embargo, al buscar los billetes en su mochila, encontró en su lugar puñados de tierra de cementerio, fría y húmeda.

 


Fue entonces cuando se desveló la verdad detrás de su encuentro. La mujer que había llevado no era otra que el alma de una joven fallecida pocos meses antes, conocida por su devoción religiosa y su costumbre de rezar cada noche en la iglesia de Pueblo Nuevo. Se decía que, en vida, ella había impuesto esa penitencia sobre sí misma, y su espíritu continuaba cumpliéndola incluso después de la muerte.

 

La experiencia dejó una marca indeleble en Jacinto. Aprendió que hay misterios en la noche que es mejor no cuestionar y que las almas en pena deben ser tratadas con respeto. Desde entonces, la leyenda advierte a los mototaxistas del Nuevo Palmar: no levanten pasajeros en la oscuridad de la noche, pues podría ser un alma que aún no encuentra su descanso.


Autor: Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

miércoles, 15 de mayo de 2024

En el camino a Monte Claro, un lugar rodeado de vastas siembras de maíz, pa cayas, y frutas, cada día se veía pasar a los campesinos que subían a trabajar en sus parcelas, mientras disfrutaban de las impresionantes vistas de los volcanes.



Entre estos trabajadores, estaba Don Celestino, un hombre dedicado que subía sin falta todos los días con su familia,  para cuidar de sus cultivos de café. 


Un día de noviembre, decidió llevar consigo a su hija Matilde, quien rara vez se unía a ellos en estas jornadas.


Después de una ardua mañana de trabajo, cargaron varios sacos llenos de café y se encaminaron de regreso al antiguo palmar, donde planeaban vender su preciado producto. 


Matilde, poco acostumbrada al esfuerzo físico, se rezagó y al llegar a un punto conocido como la piedra Cuache, vio a un diminuto hombrecillo que la saludaba desde lo alto de una roca.


El pequeño ser se ofreció a ayudarla con su carga, y a pesar de su apariencia frágil, logró llevarla sin esfuerzo. Mientras caminaban, el hombrecillo le preguntó a Matilde sobre su vida y origen, y ella, a su vez, le cuestionó sobre quién era él, y qué hacía allí. Con voz suave, el hombrecillo afirmó que él era el guardián de esos parajes, vigilante de todo lo que le pertenecía.


Pero su soledad lo agobiaba y deseaba que Matilde se quedara con él. 

Alarmada, Matilde rechazó la propuesta de inmediato. 


De repente, escuchó un aleteo tras de sí y al girarse, vio su saco tirado en el suelo y el hombrecillo había desaparecido.


Con el corazón acelerado, Matilde recogió su carga y prosiguió su camino hacia el palmar, pero al llegar, no encontró a nadie comprando café ni rastro de su padre y hermanos. Para su sorpresa, descubrió que había pasado más tiempo del que creía.

alguien del lugar le mencionó que su familia llevaba meses buscandola, sin saber de su paradero.


Don Celestino, aliviado al ver a su hija sana y salva, recordó las historias de un duende que habitaba la piedra Cuache, observando a quienes pasaban por allí, especialmente a jóvenes como Matilde. Se decía que estos seres podían ser malévolos, pero también había quienes solo protegían los lugares que consideraban suyos.



Así, la experiencia de Matilde se convirtió en una leyenda más de aquellos parajes, donde la línea entre la realidad y la fantasía,  se desvanecía en la misteriosa presencia del duende, de la piedra Cuache.


Autor:

Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

sábado, 11 de mayo de 2024

 

En el pueblo de San Felipe, una leyenda se teje en las sombras de la noche. Sergio, un hombre conocido por su suerte y sus noches de juerga, se convirtió en el protagonista de esta oscura historia. Su rutina nocturna lo llevaba a regresar a casa por un camino solitario, atravesando un puente donde el susurro del agua y el canto de las ranas creaban una sinfonía nocturna.

 

Una noche, Sergio, con apenas unas copas de más, divisó entre las sombras a una mujer bañándose en el río, su larga cabellera oscilaba con la corriente. A su lado, un guacal dorado se alejaba lentamente. Impulsado por su valentía embriagada, Sergio agarró el guacal y huyó sin mirar atrás, ignorando el grito aterrador que resonó en la noche.

 

Al llegar a casa, contempló su tesoro de oro puro con ojos codiciosos, sin percatarse del peligro que había desatado. Los días pasaron y nadie ofreció comprar el guacal. Intrigado, decidió guardarlo en su hogar.

 

Pero la tranquilidad no duró mucho. En la siguiente noche de luna llena, al salir de su casa, una presencia escalofriante lo acechaba en cada calle,  Una mujer de cabello largo y vestida de blanco lo perseguía, emitiendo un grito terrorífico. 

La primera vez que lo vio a lo lejos fue en el área conocida como el tanque, y se le seguía viendo en cada esquina, cada cuadra del lugar.

 

Atormentado, Sergio buscó ayuda en un brujo local. Este le advirtió que debía devolver el guacal al río en la próxima noche de luna llena, en el mismo momento en que lo había tomado, para calmar la ira del ser sobrenatural al que había robado.

 


Así lo hizo Sergio, liberando el guacal en las aguas oscuras del río. Con el corazón palpitante, comprendió que la llorona no buscaría venganza ahora. Decidió abandonar sus noches de juerga, temeroso de volver a encontrarse con el espíritu vengativo en la oscuridad de la noche. Y así, la leyenda del Guacal de la Llorona se mantuvo viva en el pueblo de San Felipe, recordándoles a todos el peligro de la codicia y la oscuridad que acecha en la noche.


Autor:

Alvaro Rojas Melendez.

contactame: alvarome2003@gmail.com

martes, 7 de mayo de 2024

Posted by El Palmar Tv. in , | 18:08:00 No comments

En el tranquilo municipio de El Palmar, la vida transcurría apacible, marcada por el ritmo de los cortejos fúnebres que cruzaban la carretera hacia el cementerio. Entre esas familias acostumbradas a observar el desfile de difuntos estaba Doña Mercedes. Desde su balcón, tenía una vista privilegiada de este macabro acontecer.

Una noche, cuando el reloj marcaba casi las 11:30, un cortejo fúnebre rompió la monotonía. Extrañada, Mercedes se asomó para verlo pasar. Lo que presenció la dejó helada: encapuchados de túnicas blancas cargaban un ataúd, pero en lugar de dirigirse al cementerio, venían del cementerio hacia el pueblo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y un grito escapó de sus labios.

Uno de los encapuchados se volteó hacia ella, y esa mirada desató una serie de eventos aterradores. El cortejo continuó su camino, desvaneciéndose en la oscuridad.

Después de esa noche, Mercedes fue acosada por pesadillas inquietantes. Buscó ayuda en un sacerdote maya local, quien le reveló una verdad escalofriante: una antigua maldición había caído sobre el pueblo. Los espíritus de los difuntos, en lugar de descansar en paz, regresaban para atormentar a los vivos.

Para liberarse de esta maldición, Mercedes debía enfrentar sus miedos y seguir las indicaciones de sus sueños. En una de sus pesadillas, una misteriosa mujer le imploró que visitara 12 iglesias y encendiera veladoras en su nombre.

Con valentía, Mercedes y su familia recorrieron las 12 iglesias, rogando por el retorno de la normalidad al pueblo. Solo así lograron romper el hechizo y liberar al pueblo de la oscuridad que lo acechaba. Pero la lección quedó marcada: nunca subestimar el poder de una maldición ancestral, ni la importancia de enfrentar los propios temores para encontrar

la redención.

Autor:
Alvaro Rojas Melendez.
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lunes, 6 de mayo de 2024

 

Hace mucho tiempo, en el remoto pueblo costero de San Felipe, se acercaba el día de los difuntos. Las calles se llenaban con el bullicio de la gente preparándose para honrar a sus seres queridos que habían partido. Entre ellos, se encontraba Francisco, un joven pintor conocido como Chuz, que se ganaba la vida adornando las tumbas en el cementerio local.

 

Un día, mientras preparaba sus pinturas, un hombre alto y distinguido se acercó a él. Con una voz suave pero firme, le ofreció un trabajo peculiar: pintar una tumba y agregar un símbolo especial. El hombre, cuyo origen era desconocido para Chuz, le ofreció una suma significativa de dinero por aquellos tiempos: treinta quetzales. Sin dudarlo, Chuz aceptó.

 

La mañana siguiente, Chuz se encontró con el hombre en el cementerio. La tumba que debía pintar estaba descuidada, cubierta de maleza. Mientras trabajaba, el hombre observaba en silencio, indicándole los detalles que quería que resaltara. Curioso por la identidad del hombre, Chuz le preguntó de dónde venía. La respuesta fue vaga: el hombre había llegado al pueblo hace tiempo y había perdido contacto con su hijo, cuya tumba estaban adornando.

 

Chuz terminó su trabajo, pintando la tumba con una vela encendida, cuya llama se desvanecía en la oscuridad, tal como le habían pedido. El hombre le pagó y se despidió, dejando a Chuz con una sensación extraña.

 

La noche del día de los difuntos, el cementerio brillaba con velas y adornos. Curioso por ver su trabajo, Chuz se dirigió a la tumba que había pintado. Allí, encontró a un joven llorando desconsoladamente. Al acercarse, el joven le mostró una fotografía de su padre fallecido. Chuz quedó petrificado al reconocer al hombre que lo había contratado.

 

El joven explicó que había recibido un dibujo con una vela y un mensaje que reconocía como la letra de su padre, quien había fallecido años atrás. Aunque había migrado lejos del pueblo por trabajo, el espíritu de su padre aún permanecía cerca, iluminando su memoria con amor.


 

Desde entonces, la leyenda de la vela en el cementerio de San Felipe,  se convirtió en un recordatorio de que el amor perdura más allá de la muerte, y que los lazos familiares trascienden el tiempo y la distancia.

 

Autor: 

Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com

tel.42245627.

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