EL PALMAR QUETZALTENANGO GUATEMALA

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miércoles, 14 de mayo de 2025

Posted by El Palmar Tv. in , , , , | 14:11:00 No comments

 Veo, veo...

—¿Qué ves?
—¡Un ave!
—¿Qué ave?

¡Un ave negra como la noche! Vuela alto, muy alto, tan cerca del cielo que parece tocar las nubes que salen del volcán Santiaguito. Su nombre es Kaik, y no es cualquier ave. Es una zopilote sabia y elegante, con alas grandes que brillan al sol y ojos tan atentos que todo lo ven.

Kaik no canta, pero observa. No construye nido en árboles, pero sabe bien dónde dejar sus huevos. Vive en las faldas del volcán Santiaguito, donde hay rocas calientes, vapor y viento cálido. Allí, entre las piedras, Kaik empolla sus huevos. No necesita sentarse sobre ellos mucho tiempo, pues el calor del volcán los mantiene protegidos y calentitos.

De vez en cuando, Kaik regresa a revisar su nido. A veces, la ceniza del volcán cae como si fuera polvo gris del cielo, y entonces, ella los limpia con cuidado, uno por uno, para que su pichón no tenga problemas al nacer. Lo hace con cariño, como solo una madre sabe hacerlo.

Cada mañana, Kaik estira sus alas como si fueran cometas de la selva. Planea tranquila por el cielo mientras espera a que nazca su pichón, sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo, confiando en la naturaleza que la rodea.

Allá abajo, todo está vivo y alegre: los armadillos salen a buscar comida, las urracas gritan entre los árboles, los tepezcuintles corren entre los matorrales y el gato de monte se esconde sigiloso, cuidando su territorio.

Pero cuando algún animal muere y queda sin vida en la montaña...


—¡Ahí entra Kaik! —dice con orgullo la ardilla Chispita, su amiga.

Kaik baja con elegancia, despacio, sin hacer alboroto. Usa su vista y su olfato fino para encontrar lo que otros no pueden ver. Ella limpia la selva. Se lleva lo que la vida ya dejó atrás, ayudando a que el volcán y su alrededor no se enfermen.
—¡Qué asco! —grita a veces Chispita.
—¡Qué importante! —responde Kaik con calma—. Todos tenemos una misión en este mundo.

Un día, un grupo de turistas llegó al bosque. Uno de ellos miró a Kaik y dijo:
—¡Qué feo ese pájaro!

Kaik lo oyó, pero no se enojó. Solo giró en el aire, como bailando.

La abuela Juana, que vive cerca del volcán, sonrió y les dijo:
Ese zopilote que ustedes ven es más sabio que muchos. Sin ella, este lugar estaría lleno de enfermedad y malos olores. Es la doctora del volcán, aunque no use bata blanca.

Los niños abrieron los ojos como tortillas recién infladas.
—¿De verdad, abuelita?

Claro, m’ijos. Cada animal, aunque no cante bonito o tenga colores brillantes, tiene su razón de ser.

Desde entonces, los niños saludan a Kaik cada vez que la ven volar:
—¡Gracias, Kaik, por cuidar nuestro volcán!

Y Kaik, con su vuelo elegante, da vueltas en el cielo como diciendo:
—¡De nada, patojos!

Moraleja:

No todo lo bonito es lo más valioso. En la naturaleza, todos los seres tienen un propósito. Como Kaik, la zopilote del volcán, que con su trabajo silencioso, mantiene el equilibrio del ecosistema.


Autor: Álvaro Rojas Meléndez
Título: Kaik el Zopilote: Guardiana del Volcán Santiaguito.

vea el video en youtube.

martes, 13 de mayo de 2025

Posted by El Palmar Tv. in , | 16:40:00 No comments

En las cercanías del volcán Santiaguito,
allí donde la tierra humea y el cielo se pinta de ceniza,
vive una ave muy especial.
No es cualquier pájaro:

es ruidosa, misteriosa y siempre vigilante.
Apenas ve pasar a alguien, lanza un grito que retumba:

—¡Haaa haaa!

Nadie sabe si canta o si grita,
pero su sonido se escucha por todo el lugar.
Algunos dicen que molesta,
otros que es una advertencia.

Esa ave se llama Keokul.

Keokul no está allí por casualidad.
Es un guardián.
Fue enviado por el dueño del volcán,
un ser antiguo y sabio que no quiere que nadie se acerque demasiado.

El volcán puede parecer dormido,
pero guarda calor, humo y secretos peligrosos.

Y Keokul lo sabe.

Cuando alguien se aproxima, él canta fuerte:

—¡Haaa haaa! ¡No te acerqués!
Este no es un lugar para jugar.
El volcán es mejor admirarlo desde lejos,
donde no quema, ni truena, ni tiembla.

Keokul también conoce una cueva oculta entre las piedras.
Es mágica.
A veces, quien entra puede llegar a otro lugar…
Uno lleno de neblina y luces que no se apagan.
Pero solo Keokul sabe cómo entrar y salir.

Así cuida el volcán.
Así canta con el viento.

Así protege la montaña.

Y por eso, cuando escuchés un grito en la bruma...
no tengás miedo.
Es Keokul, el guardián,
que cuida el volcán y a todos por igual.

Autor: Álvaro Rojas Meléndez

domingo, 11 de mayo de 2025

En los antiguos tiempos, mucho antes de que el hombre alzara templos de piedra, ya soplaba por las tierras del altiplano guatemalteco una fuerza ancestral. Xuculem, conocida entre los sabios como la Madre de los Siete Vientos, era un ser espiritual majestuoso, una energía viva que se manifestaba en cada ráfaga, en cada remolino que bailaba sobre los campos de maíz.

Vivía en un lugar sagrado, al que en idioma Mam llaman Tuigucxcingán, el Volcán Siete Orejas. Su espíritu era tan poderoso que los antiguos sacerdotes mayas viajaban desde tierras lejanas solo para rendirle culto. Entre cantos y copal, elevaban sus ruegos buscando el favor de Xuculem, pues sabían que ella no era solo viento: ella era el origen, la fuerza que había esculpido los barrancos, levantado las montañas, y que a su capricho podía torcer el destino de los hombres.

Dicen que su presencia era tan intensa que más de algún sacerdote quedaba prendado —como hechizado—, sintiendo que caminaba dentro del mismo aliento de Xuculem. Pocos podían soportarlo. Los que lograban verla, contaban que su silueta flotaba entre las nubes, como una mujer hermosa de cabello largo, danzando al ritmo del viento. Pero ay de aquellos que intentaban acercarse demasiado, porque terminaban rendidos, incapaces de soportar su energía. 


La leyenda cuenta que Xuculem, pese a ser un espíritu, sintió un día algo que nunca había sentido: atracción por un humano. Era Ahau Galel, un noble guerrero maya, descendiente de linajes antiguos que habían hecho pactos con ella. Desde pequeño, Ahau Galel demostraba astucia y entrega. En cada batalla, el viento lo acompañaba, como si manos invisibles lo empujaran lejos del peligro.

En su última guerra, cuando Ahau Galel se vio superado por los enemigos, Xuculem no pudo resistirlo más. Tomó forma del ave más sagrada, un quetzal, símbolo de libertad, de alma pura. Con sus plumas verdes resplandecientes y pecho rojo como la sangre, el quetzal sobrevoló el campo de batalla y se posó suavemente sobre el cuerpo herido del guerrero, envolviéndolo en un canto que hizo estremecer a los volcanes. Desde entonces, el espíritu de Ahau Galel quedó bajo el dominio de Xuculem, guardado para siempre en el Volcán Siete Orejas, su casa eterna.

Pero la historia no acaba ahí. Xuculem tuvo descendencia. De la unión mística entre su esencia y la humanidad nacieron Juan Noj El Mayor y su esposa María, quienes habitaron el imponente Volcán Santa María. Y de ellos, nació Juan Noj El Menor, quien mora en el Santiaguito, el volcán hijo, siempre humeante, siempre inquieto. Se dice que Juan Noj El Menor necesita almas para reconstruir su casa, pues las erupciones constantes destruyen su morada una y otra vez.

Hoy, Xuculem aún habita en el Volcán Siete Orejas, pero ya no muestra su belleza. La oculta tras la figura de una anciana del viento, para no seguir atrayendo curiosos a su territorio. A diferencia de su nieto Juan Noj, ella reina sobre un lugar de paz y calma, donde las nubes densas ocultan secretos aún por revelarse.

Quienes suben a esos parajes altos, donde el aire se vuelve delgado y las orejas del volcán parecen escuchar cada suspiro, cuentan que al atardecer, cuando el sol baña la cima de oro, todavía se siente el aleteo suave de un quetzal entre las sombras. No es cualquier ave: es Xuculem, vigilando. Algunos dicen que si escuchás con atención, el viento te susurra tu nombre. Si eso pasa… no respondás. Porque responder es aceptar su llamado, y quien acepta su llamado, jamás vuelve igual.

Así, generación tras generación, el viento sigue contando esta historia. Y quienes escuchan, no pueden evitar estremecerse, porque saben que la Madre de los Siete Vientos aún vigila, aún sopla, y aún guarda celosamente los secretos de los volcanes que dieron forma a esta tierra mágica llamada Guatemala.


Autor: 

Alvaro Rojas Melendez.

email: alvarome2003@gmail.com. 11/05/2025

vea el video en nuestro canal de youtube: Rojas Producciones.

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