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lunes, 25 de agosto de 2025

Posted by El Palmar Tv. 19:07:00 No comments

 

El cuentón de los vendedores ambulantes

¡Hola, hola patojada!



Pónganse vivos, ¡ya empieza la jornada!

En un pueblito chiquitío, entre montañas y volcán,
vivían vendedores que alegraban el plan.

—¡Paaaan, pan fresco, pa’ disfrutar!
¡Salí corriendo, patojo, no te vayás a atrasar!—

Era Don Beto del Palmar,
con su canasto grande, ¡listo pa’ trabajar!
—Deme un quetzal, Don Beto, deme dos mejor,
que ese pancito sabrosito me alegra el corazón.

Y allá en la esquina, firme y sonriente,
venía Don Pablo, panadero de San Felipe.
Con su canasto lleno y paso apurado,
vendía su pan fresco de un lado a otro lado.

A veces corrían, a veces reían,
y con todo su esfuerzo a la gente servían.

¡Y qué decir de Doña Tina y Doña Lipa!
Con su canastío de carne fresquita.
En hojas de mashán la sabrosa envolvían,
y con cuentos y risas la carne vendían.

Y los sábados, ¡púchica qué lío!,
se escuchaba el grito: —¡Ropa traigo en mi tanatío!
Era Don Mingo, con calcetas y camisas,
¡pantalones, playeras, hasta faldas bonitas!
—Apúntelo al cuaderno, la quincena ya vendrá,
y cuando me pagués, ¡contento yo estaré ya!

Todos ellos, patojada, caminaban sin cesar,
con esfuerzo y con sueños que los hacían avanzar.
No tenían carro, ni tienda, ni montón,
pero tenían trabajo, sonrisa y corazón.

Hoy ya no se ven tantos, ya no es igual,
pero si encontrás a alguno en tu barrio o tu portal,
y si conocés a alguno, comentá sin cuidado,
¡colorín colorado, a estos vendedores ya les he pagado!

✍️ Autor: Álvaro Rojas Meléndez

domingo, 24 de agosto de 2025

Posted by El Palmar Tv. 9:57:00 No comments

En Totonicapán, donde el frío se siente temprano,
vivía un volcán con sombrero serrano.

Se llamaba Cuxliquel, ¡qué nombre tan bonito!,
pero todos le decían Cerro Tímido en chiquito.


No echaba humo, no hacía ¡pum!,
ni temblaba fuerte ¡zum, zum, zum!.
En vez de punta filosa como lanza,
tenía cabeza redonda, como niño en balanza.

Los volcanes vecinos, Pacaya y Fuego,
saltaban, gritaban, echaban su juego.
—¡Mirá qué fuerte soy yo! —rugía Fuego sin pena.
—¡Mirá qué valiente soy yo! —gritaba Pacaya en escena.

Pero Cuxliquel bajito pensaba:
“Yo no trueno, no rujo, ni la tierra sacudo,
¿será que no sirvo?, ¿será que no ayudo?”.

Se escondía en las nubes, tímido, callado,
miraba a Totonicapán desde su lado:
niños jugando chibolita en la plaza,
abuelitas tejiendo güipiles en la casa.

“¡Ay, quisiera ser como ellos!”, suspiraba apenado,
“un volcán verdadero, fuerte y respetado”.

Pero shhhh… tenía un secreto escondido:
Cuxliquel era un volcán antiguo, curtido.
No estaba enojado, ya no hacía estruendo,
pero su corazón seguía latiendo, latiendo.

Una mañana el sol se subió a su sombrero,
y Cuxliquel miró todo el valle entero:
los campos de maíz, de cebada, de trigo,
danzaban con el aire como amigos.

¡Ah! —descubrió— “mi calma es regalo,
sin mis enojos el maíz crece sano.
No doy calor de lava ni fuego,
pero mi corazón da vida sin ruego”.

Ese día llegó una familia con flores,
con incienso y rezos, con cantos y olores.
—Gracias, volcán —dijo el papá emocionado—
—por la lluvia, por el maíz, por lo cosechado.

Y Cuxliquel sonrió con su cara redonda:
“¡Ser guardián de mi pueblo es tarea profunda!”.

Ya no quiso ser como Fuego ni Pacaya,
él tenía su gracia, su calma, su maya.
Un volcán con alma de cerro sencillo,
un amigo callado, tierno y sencillo.

Los otros podían gritar y brincar,
él sabía su fuerza: cuidar y amar.

Y desde ese día, jamás dudó,
orgulloso de ser quien siempre fue, siguió.

Colorín colorado, este volcán tímido se ha acerrado.

Autor: Álvaro Rojas Meléndez

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