¡Don Luis Ismael, un gran trabajor!
No era famoso, no era un doctor,
pero siempre andaba con mucho fervor.
Cada día caminaba sin parar,
con un morralito listo para viajar.
Llevaba telegramas, ¡oh, qué emoción!
Mensajes importantes para toda la región.
"¡¿Qué es un telegrama?!", puedes preguntar.
¡Pues era un papel que no podía esperar!
No había celulares ni teléfonos en su época,
solo telegramas que corrían como una roca.
Don Luis cruzaba ríos y montañas altas,
con lluvia, sol o tormentas que daban saltos.
Su trabajo era entregar un mensaje urgente,
aunque el camino fuera muy diferente.
A veces, el telegrama decía:
"¡Tu tío se fue al cielo, ya no está en la vía!"
O de las fincas decía el patrón:
"¡Aquí vienen los trabajadores, qué emoción!"
porque sin esos papeles no sabían qué harán.
"¿Cuándo llegan?", se preguntaban todos,
y Don Luis llegaba, ¡siempre con modos!
Con el telegrama en la mano,
subía montes, bajaba en un plano.
De las fincas a los pueblos, sin descanso,
llevando noticias en cada paso franco.
En Loma Linda, a veces iba a pie,
y no le importaba si hacía mucho calor o un desdén.
Por solo cinco quetzales, ¡y qué gran honor!,
entregaba el mensaje con gran fervor.
y el río Nima le daba un gran susto,
Don Luis cruzaba, sin perder su paso,
y se metía en el agua con un gran abrazo.
A sus 60 años, sigue su labor,
¡el trabajo sagrado, su gran amor!
A veces lleva carga o limpia algún lugar,
y con humildad, se pone a trabajar.
"El trabajo es sagrado", siempre decía,
y aunque sea sencillo, lo hacía con alegría.
Con su morralito, y su paso tan firme,
Don Luis enseñó a todos que el trabajo es sublime.
Así que si ves a Don Luis por ahí,
¡salúdalo con alegría y mucho frenesí!
Porque él nos enseñó con su gran corazón,
que el trabajo honesto siempre es la solución.
Autor: Alvaro Rojas Melendez.
@derechos reservados.




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