En las cercanías del volcán Santiaguito,
allí donde la tierra humea y el cielo se pinta de ceniza,
vive una ave muy especial.
No es cualquier pájaro:
es ruidosa, misteriosa y siempre vigilante.
Apenas ve pasar a alguien, lanza un grito que retumba:
—¡Haaa haaa!
Nadie sabe si canta o si grita,
pero su sonido se escucha por todo el lugar.
Algunos dicen que molesta,
otros que es una advertencia.
Esa ave se llama Keokul.
Keokul no está allí por casualidad.
Es un guardián.
Fue enviado por el dueño del volcán,
un ser antiguo y sabio que no quiere que nadie se acerque demasiado.
pero guarda calor, humo y secretos peligrosos.
Y Keokul lo sabe.
Cuando alguien se aproxima, él canta fuerte:
—¡Haaa haaa! ¡No te acerqués!
Este no es un lugar para jugar.
El volcán es mejor admirarlo desde lejos,
donde no quema, ni truena, ni tiembla.
Keokul también conoce una cueva oculta entre las piedras.
Es mágica.
A veces, quien entra puede llegar a otro lugar…
Uno lleno de neblina y luces que no se apagan.
Pero solo Keokul sabe cómo entrar y salir.
Así canta con el viento.
Así protege la montaña.
Y por eso, cuando escuchés un grito en la bruma...
no tengás miedo.
Es Keokul, el guardián,
que cuida el volcán y a todos por igual.
Autor: Álvaro Rojas Meléndez
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