El Abuelo Lacandón y el secreto de la altura
En Xela, allá arriba, donde el frío se asoma,vive un volcán viejito que nunca se desploma.
No truena, no ruge, no tira candela,
se sienta tranquilo, con barba de abuelo.
—Soy el Abuelo Lacandón —dice con voz seria—,
con cejas de nubes y cara de piedra.
Es altísimo, altote, ¡qué gigante señor!
mide dos mil setecientos y pico de amor.
Desde su cima se miran cafetales,
los techos rojitos y pájaros reales.
Pero no guarda fuego, ni susto, ni trueno,
guarda vida en su bosque, ¡tesoro muy bueno!
Saltan las ardillas de rama en rama,
venados ligeros corren con gana.
El zorro curioso sale al camino,
y el quetzal orgulloso vuela divino.
El Abuelo suspira y con calma aconseja:
—La fuerza no grita, la fuerza refleja.
No está en el ruido ni en grande escándalo,
sino en cuidar todo con paso pausado.
Y así sigue firme, callado y contento,
cuidando a su gente con tierno aliento.
Con su barba de abuelo y su manto de pino,
el Abuelo Lacandón nos marca el camino:
que el tesoro más grande no es oro ni plata,
¡es cuidar la vida, que nunca se maltrata!
Y colorín colorado, el Lacandón te ha mirado.
Autor: Álvaro Rojas Meléndez

0 comentarios:
Publicar un comentario