La Sonrisa del Volcán Tahual
En Jalapa se levanta, con maíz y con frijol,un volcán bien sonriente, con corazón de sol.
No es tan alto ni bravío, ni se pone a tronar,
pero toca las nubes… ¡y les hace cosquillar!
Con mil setecientos dieciséis metros de altura,
es fuerte y paciente, su vida es segura.
Es un estratovolcán, de capas como un pastel,
que duerme hace siglos, soñando con miel.
Dicen que hace mucho tiempo un dragón lo mordió,
y en su cumbre redondita su sonrisa dejó.
Otros cuentan que los niños, al jugar y reír,
pintaron en su carita un gran gesto infantil.
Tahual, volcán dormilón, nunca quiso explotar,
prefirió soñar despacio y la tierra cuidar.
De su sueño brotan flores, bosques verdes sin fin,
y su laguna brillante canta como un violín.
Tiene amigos cercanitos: Ipala y Jumay,
Suchitán también lo mira y le dice: “¿Qué hay?”
Pero el más alegre siempre, sin tener que bramar,
es el viejo Tahualito, que solo sabe soñar.
Altar de la naturaleza, guardián del maizal,
con su cima forestada parece un gran mural.
Si lo mirás desde abajo, con paciencia y con paz,
verás que su gran sonrisa ¡nunca se borrará!
Y la gente de Monjas dice al verlo brillar:
“Ese volcán nos enseña que la vida hay que cuidar.
No hace falta ser gigante, ni rugir ni pelear,
con alegría en el alma la tierra sabe cantar.”
Y colorín colorado, al Tahual me he encontrado.
Autor: Álvaro Rojas Meléndez

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